martes, 19 de junio de 2012

Los contextos de la bandera de España

En estos días de Eurocopa uno no para de oír cómo la gente se deshace en insultos, de hipócritas para arriba, contra aquellos que, fuera del periodo del campeonato, no se sienten identificados por la bandera española y recelan de ella. Como si se tratara de un repentino fervor nacionalista -o legalista hasta el extremo- muchos reivindican el uso de la bandera en el día a día, "¡En otros países es así y no pasa nada!", dicen. Parece ser que hasta el papel del retrete debe hacerse rojigualda "porque en otros países está bien visto". Algunos piden con furor que se deje de tachar de "fachas" a aquellos que, fuera del deporte, esgrimen con orgullo la bandera de España. 



Todos ellos parecen olvidar, sin embargo, que los diferentes contextos hacen que los símbolos se interpreten de forma distinta. Es por ello por lo que no significa lo mismo la bandera de España en un partido de la Selección que en un mitin del PP, en la fachada del ayuntamiento del pueblo o en un albergue juvenil de Bulgaria.

Por cuestiones obvias, la bandera nos une a todos tras el mismo equipo en el deporte. Se convierte en el pabellón de la selección y une a las aficiones en encuentros donde la violencia no debe tener cabida. Las grandes capacidades de nuestros deportistas, ganadas a pulso, hacen que el deporte se convierta en el único ámbito en el que podemos aparecer unidos tras la bandera sin sentir vergüenza. O casi el único. En las visitas al extranjero, por poner otro ejemplo, da cierta alegría reconocer la bandera de tu país, puede dar lugar a conversaciones de tinte internacional, cultural, siempre enriquecedoras. Nadie se avergüenza de la bandera en este tipo de contextos, quizás porque tenemos que mantener las formas ante el vecino ya que, si no, buenas razones tendríamos para hacerlo.

En el contexto político -de la "polis", de la ciudad y el día a día-, de puertas para adentro y en el patio de vecinos que es España, la bandera que pudo haber sido vista como un símbolo del abandono del franquismo comenzó con mal pie allá por 1981: se decidió hacer oficial un modelo muy similar a la bandera que el Bando Nacional había usado durante la Guerra Civil. Sí, los golpistas -pues, nos pongamos como nos pongamos, es lo que fueron- no usaron la fatídica bandera  "del aguilucho" mientras bombardeaban y se dejaban bombardear. De hecho, no ha habido otra bandera que fuese más similar a la actual que la que ellos enarbolaron, ni siquiera antes de la II República. Tal y como parece, esta es otra de las concesiones que la Transición -pese a que fuera positiva en muchos aspectos- realizó a los franquistas que daban sus últimos, y no tan últimos, coletazos. 


Bandera usada por el Bando Nacional durante la Guerra Civil


Así, no es difícil comprender por qué este símbolo tiene cierto regusto agridulce, al relacionarse con el fratricidio que fue la Guerra Civil y al no demostrar una ruptura total con los cuarenta años de dictadura que la precedieron. Esta es la razón de la relación histórica de la bandera con lo "facha". Claro que, si se desconoce la Historia, puede parecer una locura relacionar la bandera con el franquismo.

Siempre están los reaccionarios que, conociendo la Historia, hablan de que la bandera rojigualda es anterior, instaurada por Carlos III en 1785 para los buques militares de la Marina. Sí. Pero recordemos que, desgraciadamente, una sangrante Guerra Civil y cuatro décadas de dictadura dejan más huella en la memoria de un país. Por mucho que nos pese. 

Sin embargo, la mala fama que tiene la bandera de puertas para dentro va más allá de su relación con el régimen franquista. Cada vez es para más gente símbolo de decadencia, corrupción y pitorreo institucional, tal y como era para los españoles de finales del siglo XIX y comienzos del XX. La crisis mina la credibilidad de un país que se resquebraja y no quiere oír al ciudadano de la calle, al que prefiere tener en silencio y engañado. Resulta así comprensible que se eche la vista atrás y se tenga cierta nostalgia de otra bandera, la Tricolor, que significó un soplo de libertades y derechos. Al final se quedó todo en eso, bien es cierto, en un soplo que también se pudrió, pero siempre tiene que haber lugar para la esperanza y la bandera de la II República es símbolo de querer cambiar, de querer mejorar. Pese a todo, no nos engañemos: es solo un símbolo, nada se ha construido nunca solo con banderas


Pablo Aparicio Resco
@Archeo_Pablo



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